La historia más triste by Javier García Sánchez

La historia más triste by Javier García Sánchez

autor:Javier García Sánchez [García Sánchez, Javier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1991-11-30T16:00:00+00:00


Nunca le confesaría que había estado espiándole ese mes. Aunque tal vez él lo entendiese mejor que nadie. Si Irene inició aquella especie de aventura con un irreprimible complejo de culpa, ahora la daba por concluida teniendo la vaga sensación de que lo suyo había sido un acto puro. Supo que la pureza huele, lo mismo que la ingenuidad. Aunque, de hecho, la ingenuidad huele como la pureza, pero sólo cuando ésta ha entrado en una fase de deterioro, como la que ella misma atravesaba ahora. Supo que su necesidad de afecto tenía mucho de caníbal, o de canibalismo hacia sí misma, ya que Miguel parecía inalcanzable. En cualquier caso Miguel podía ser destinatario de su pena, pero no de su piedad. No le serviría para nada. Sólo se tiene piedad de los débiles, y él no lo era. Irene comprendió que todo gesto de canibalismo significaba ser comido a medio o largo plazo, y también que quien ama se convierte en otro. No sólo en el otro, como ella creía, sino en otro. Quien ama como ella lo hacía, escupe, vomita hacia adentro. Atragantarse. Morir ahogado de uno mismo, en uno mismo, por sí mismo, aun con la excusa del otro. En esos momentos Irene se sintió identificada con quienes deciden emigrar, exilarse hacia adentro sin girar la vista atrás, con todos aquellos que deciden vivir una historia de amor como la suya en unos tiempos totalmente frívolos. En su manera de vivir la pasión había un ansia y una sed que, tal vez, no existían sino en su imaginación. Pero sabía o creía saber que la imaginación está parcialmente enferma, ya que de lo contrario carecería de la capacidad de imaginar. Entonces se quedaría en la mera voluntad de imaginar, pero sin la posibilidad de hacerlo. Y al pensar en ese término, «imaginar», Irene se esforzaba por utilizarlo trascendiendo el ámbito de la realidad. Era entonces cuando imaginar, como soñar, parecía ser un acto enfermo, mortalmente enfermo, sin retorno. Pero en medio de la inercia aniquiladora de lo real surgía el nenúfar. Por sorpresa, por la espalda. A cada día de incertidumbre y ausencia seguía ese atardecer peligroso que nos reconcilia con el animal lastimado que llevamos dentro y que desde dentro nos corroe como un cáncer. A pesar de todo, siempre podía surgir la sonrisa del ser amado, sonrisa en la que, una y otra vez, nacía el nenúfar del silencio. Cualquier atardecer resultaba prodigioso cuando se ama, pensó. Incluso cuando se amaba a alguien como Miguel, que parecía estar por encima de las cosas. Quizá el propio Miguel habría percibido lo inevitable del gesto de Irene al entregársele. Y ese gesto, creía ella, esa serie de gestos habían ido produciéndose aquí y allá con mesurada y solitaria exaltación. Supuso que era así como se mataba un poco a la maldita realidad, funesta porque aniquila a diario la fantasía. Muriendo. Miguel debía de suponer que ante alguien como él siempre habría alguien como ella, dispuesta a arrancarse el corazón y lanzarlo como una piedra contra las piedras.



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